Hoy se ríen del pueblo y de su ingenuidad política,
estrechan sus manos en señal de fidelidad, estremecen sus copas saludando la
victoria y vitorean el nombre del partido e hinchan sus corazones del más puro
fervor patriótico. Se rebelan contra sus principios y convicciones iniciales,
reniegan de su pasado; y en un afán de reingeniería se acomodan al viejo juego del
pasado. Seducidos por el desarrollo, incurren en los mismos tropezones de los que antes descalificaban contundentemente; hoy
volvemos a mirarnos las caras entre nosotros, desconcertados con una
interrogación en nuestros rostros, volvemos a preguntarnos ¿Qué paso?
Sencillo, utilizados nuevamente por la parasitaria clase
política de nuestro país, que sí no son ellos directamente, se enquistan de la
manera más descarada en las nuevas camadas que enarbolan las banderas del cambio, utilizando los
viejos métodos que hoy utiliza el capitalismo en el mundo, generando escenarios
de inestabilidad e incertidumbre en países carentes de identidad y una
desquebrajada cultura de valores.
La ideología en estas líneas sale sobrando, pasar de las
viejas expectativas del ayer a empezar asumir un nuevo rumbo pero sin horizonte
definido; solo grafica que grande puede ser el oportunismo en tiempos de una
necesaria reflexión; y hoy ha quedado
demostrado, que la demagogia sigue siendo una de las practicas viles y nefastas en un país donde la seudodemocracia es pan de cada día, la demagogia se convierte en el arma de alcance en las masas
desprotegidas y donde el estado definitivamente no llega.
Los dígitos en ceros seducen casi siempre a nuestros
caudillos, posteriormente la ideología proclamada se entibia y se unifica con la posición contraria conformando una sola masa, provocadora de estragos a posteriori en los cimientos, expuestos en años de abandono y olvido.
Decencia política, el eterno ausente en nuestra iniciación
como república, los actores del ayer y
hoy se inclinan por actitudes tiranas y déspotas de poco diálogo, arrastrando a
nuestro país en una de las peores crisis
encaminadas por siglos, algunos libran batalla contra el rostro más encarnizado
e inhumano como este sistema asfixiante y poco tolerante; pero son reprimidos
con las artimañas más bajas y poco coherentes en un país catalogado como democrático y de ancha base.
Hoy todos se aglutinan hacia las redes del poder económico,
cegados por los términos de la tecnocracia, pretenden desafiar a la naturaleza y
desestabilizar el medio ambiente. El poder desmedido engendra más poder excluyente;
mientras se diluye la esperanza de una patria nueva para todos.
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